Un lugar para leer

Bienvenidos a un encuentro dónde la imaginación se da la mano con el arte de contar

A la foca Edicléa le dolía una muela.

Su mamá le dijo:

– Para curarte esa muela tienes que ir al dentista; este vive cruzando el río,

¡Pero debes tener cuidado!, los cocodrilos te pueden usar como desayuno.

La foca Edicléa pasó la mañana pensando: ¿cómo podría cruzar el río? y decidió que era más fácil cruzarlo después del mediodía.

A esa hora los cocodrilos ya habrían desayunado y hasta almorzado. 

Entonces, cruzó el río. Los cocodrilos dormían y así llegó a la casa del dentista.

El dentista se llamaba Demétrius y tenía un consultorio que aunque no era muy grande, siempre estaba lleno de pacientes.

Edicléa le dijo que le dolía una muela

y Demétrius, el dentista, le dijo así:

– Abre bien tu boca que te voy a ver la muela

– y la foca la abrió.

Demétrius casi mete la cabeza dentro de la boca de Edicléa y viendo que tenía una espina clavada al lado de la muela, se lo dijo. Eso puso contenta a Edicléa por no tener la muela enferma, ya que ella se cepillaba los dientes todos los días.

Bueno, dijo Demétrius:

– ¡Ahora, a sacar esa espina! – con una pinza y de un tirón, se la sacó.

Claro, pensó Edicléa, ayer se había ido de pesca y ¡qué ricas truchas se había comido! pero de tan apurada se las tragó de un sopetón.

Edicléa guardó la espina para recordar que debía comer con más cuidado.

Y así muy contenta emprendió el camino de regreso hacía su casa y, con mucho cuidado, cruzó el río.

    ¿Se acuerdan lo que había en él?…

      Unos grandes cocodrilos.

                                            FIN

¡Cada día algo nuevo!

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